El viaje de Humboldt
Biografía de Alexander von Humboldt
Humboldt nació el 14 de septiembre de 1769 en Berlín, hijo de Alexander Georg von Humboldt, un oficial del ejército de Federico II el Grande de Prusia, y de Marie Elizabeth von Hollwege, heredera de una fortuna de un matrimonio anterior.
Recibió educación en el castillo de Tegel, y se formó intelectualmente en Berlín y la universidad de Göttingen. Durante su adolescencia, deseaba dedicarse a la carrera militar, pero su familia lo alejó de esta inclinación.
Estudió en la Escuela de Minas de Freiberg y trabajó en un departamento del gobierno, pero tras la muerte de su madre, a finales de 1796, renunció a su carrera de funcionario público, y se lanzó de lleno a sus ambicionados viajes científicos. Tenía disponibilidad de fondos económicos, fruto de su herencia, y se relacionaba con personalidades como Friedrich Schiller y Johann Wolfgang von Goethe.
Viajó a París y planeó un viaje por África. Sin embargo, este proyecto se vio truncado, por lo que decidió partir a explorar América del Sur y Centroamérica (1799). En compañía del francés Aimé Bonpland, y del español Carlos de Montúfar (desde 1802), inició un viaje en el que logró recopilar gran cantidad de datos sobre el clima, los recursos naturales, la orografía, la flora y la fauna de la región.
El inicio del viaje: Rumbo al Nuevo Mundo
Después de haber conocido a Aimé Bonpland en París, los dos decidieron perseguir juntos su sueño de embarcarse en una expedición. Tras varios intentos frustrados –entre ellos formar parte de la expedición de Napoleón a Egipto– recorrieron a pie la costa del Mediterráneo desde Marsella hasta Barcelona, Valencia y Alicante. Cuando llegaron a Madrid habían elaborado el primer esquema seccional preciso del relieve de la península ibérica, gracias a las medidas de altitud que fueron tomando durante el camino.
En Madrid, Humboldt y Bonpland conocieron a Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado del rey, quien los tomó bajo su protección. Gracias a su mediación, en marzo de 1799 fueron presentados a Carlos IV y obtuvieron salvoconductos para explorar las provincias americanas bajo dominio español. Así, cambiaron su soñado viaje a Oriente por la exótica geografía americana: Nueva España (el actual México y Centroamérica), Nueva Granada (las actuales Colombia y Venezuela) y Perú. Humboldt se pagó el viaje de su propio bolsillo, y el 5 de junio de 1799 los dos hombres embarcaron en La Coruña en la corbeta Pizarro, con varias maletas y 42 caros instrumentos científicos. El barco, con rumbo a Venezuela, hizo escala en Tenerife, donde los naturalistas ascendieron hasta la cima del Teide.
El desembarco: Cumaná, Venezuela
Tras un viaje tranquilo, desembarcaron en Cumaná, Venezuela. Allí, hicieron observaciones sobre la selva y remontaron el curso del Orinoco hasta San Fernando de Atabapo, sorteando rápidos y cargando con la canoa a cuestas. Después de largas jornadas, atormentados por el hambre y los mosquitos y atentos a los jaguares que les acechaban, lograron llegar al río Negro, uno de los afluentes del Amazonas. Habían sido los primeros en navegar por el mítico Casiquiare, un canal natural de trescientos kilómetros de largo que une los sistemas fluviales del Orinoco y el Amazonas y que algunos consideraban una leyenda. Fue caminando hasta Angostura, realizando experimentos con animales, como anguilas eléctricas, y dibujando todo lo que veía por el camino.
La etapa continental
A su regreso a la costa caribeña, Humboldt y Bonpland embarcaron hasta Cuba y regresaron al continente por Cartagena, en la actual Colombia, donde se desviaron a propósito para pasar por Santa Fe de Bogotá y conocer al botánico español José Celestino Mutis. Al llegar, Bonpland tuvo un ataque de fiebre y los dos compañeros tuvieron que descansar seis semanas en casa de Mutis, tiempo que Humboldt aprovechó para, según sus propias palabras, «utilizar el excelente tesoro de libros de Mutis y calcular observaciones astronómicas, trazar líneas meridianas, determinar la desviación magnética, estudiar ictiología y abarcar una cantidad de cosas en las cuales no era posible pensar hasta entonces».
Después de que Bonpland se hubiera recuperado, atravesaron la Cordillera Real para llegar a Quito. Allí, intentaron escalar el Chimborazo (por aquel entonces, la montaña más alta del mundo (6310 m). Aunque no consiguieron llegar a la cima, alcanzaron una altura de 5610 m, imponiendo un nuevo récord de altitud. Además, allí observó la gradación de la temperatura y la estratificación de la vegetación a lo largo de la ladera, lo que sentaría las bases de la biogeografía moderna (podría decirse que inventó el mapa de isotermas).
Al llegar a Perú, Humboldt estudió la aplicación de los excrementos de las aves, el guano, como fertilizante, y durante el trayecto en barco hasta México midió la temperatura del agua de la corriente fría que fluía a lo largo de la costa peruana y que ahora lleva su nombre (descubrió la ahora llamada corriente de Humboldt).
Humboldt y Bonpland recorrieron México en 1803 para pasar después de nuevo por Cuba y llegar a Estados Unidos, donde se alojaron en la Casa Blanca como invitados de honor del presidente Jefferson, gran amante de las ciencias naturales.
Final del viaje
Tras cinco años y más de diez mil kilómetros recorridos, el gran viaje de exploración de Humboldt y Bonpland acabó en 1804 con su regreso a París, donde tuvieron una recepción entusiasta. Habían explorado y documentado la fauna, flora, geografía y etnografía latinoamericanas en la expedición científica más ambiciosa realizada hasta entonces.
Trabajo y aportaciones de Humboldt
Entre 1804 y 1827, Humboldt vivió en París recopilando el material recogido en su expedición, publicado en treinta y tres volúmenes que llevan por título Viaje a las regiones equinocciales del nuevo Continente.
Los dibujos de estos volúmenes destacan por su calidad y precisión, y hay gran cantidad de gráficos para explicar mejor la información.
En 1827, Humboldt se trasladó a Berlín para trabajar para el rey de Prusia, e inició la redacción de su obra más ambiciosa, Cosmos, un compendio de todas las ciencias naturales conocidas hasta entonces.
A partir de su muerte, ya nadie pretendió abarcar todos los campos del saber; la ciencia se especializó.
Y tal vez por ello también, Humboldt fue, probablemente,
el último científico universal.