«Doctor Livingston, supongo»
defensor de los derechos humanos
David Livingston es unos de los personajes mas importantes de la historia moderna. Su dedicación por explorar el continente Africano hizo posible que llevara a cabo avances en diversos ámbitos como en la medicina y la exploración y cartografiar el conteniente africano. Pero su vocación no solo estaba destinada a la recogida de conocimientos, incluso cabe la posibilidad que esto fuera una excusa para llegar al fin que realmente quería, luchar contra la esclavitud y las desigualdades y derechos humanos.
Motivaciones de Livingston
La infancia de Livingston no fue fácil, como fue para la mayoría de niños del siglo XIX. A los 10 años trabajaba en la industria textil, agachado durante jornadas enteras de trabajo mientras recorría los telares para deshacer nudos y corregir fallos de estas máquinas. Y cuando llegaba la noche se refugiaba en los libros en busca de un futuro mejor, matemáticas, botánica, latín…
Livingston estudio por su cuenta disciplinas científicas como la medicina y la teología, pero fue esta última donde encontrarían las claves que dieran sentido a su vida.
Viajó a Londres para estudiar medicina, ciencia en la se licencio a los 19 años. Estuvo trabajando como médico pero esa no era su real vocación. Su naturaleza cristiana y sus ganas por explorar lugares desconocidos lo hicieron apuntarse como misionero por la Sociedad de Misioneros de Londres. Descartada la posibilidad de ir a Oriente por la Guerra del Opio, Livingston eligió el misterioso continente africano.
Livingstone, primer activista
Livingstone fue el primer activista por los derechos humanos de la historia.
La sociedad victoriana consideró a Livingstone un héroe nacional. Sus escritos acercaron a Inglaterra la fascinación por un continente desconocido e inexplorado. Empezaba a esparcirse por las islas británicas una corriente de humanismo que se hizo eco de las palabras de Livingstone en sus diarios contra la esclavitud y sus descripciones de las prácticas de los negreros.
Esta presión social consiguió que la Reina de Inglaterra amenazase con su marina a los colonos africanos de modo que tuviesen que prohibir y perseguir la esclavitud.
Diario de Livingstone
Livingstone tenía 28 años cuando desembarcó en el continente africano (Ciudad del Cabo) para trabajar como misionero. Pronto descubrió que ser misionero no iba demasiado con él y comenzó a explorar la zona. Ello le valió para conocer por primera vez las costumbres esclavistas de los colonos africanos naturales de Inglaterra, a los que en África llamaban bóeres.
Lo escribió con las siguientes palabras textuales:
«…no sucede lo mismo con aquellos que han huido de la ley inglesa y que se han visto reforzados por desertores ingleses y toda clase de gente perdida, en las apartadas regiones en que se han retirado. La gran objeción que muchos de estos opusieron en un principio y todavía oponen a la ley inglesa era el no hacerse en ella distinción entre los blancos y los negros. Sintiéndose agraviados por las pérdidas que les causaba la emancipación de los esclavos se erigieron en república independiente pudiendo seguir sometiendo a los negros a trabajo forzado y gratuito.»
Al llegar al continente africano intentó crear una misión y enseñar el catecismo a los indígenas. Sin embargo, no quiso únicamente predicar la palabra de Dios, también creía que era su deber enseñar a sus compañeros, pues así los consideraba, a leer y escribir, así como tareas de agricultura y ciencias como la medicina o las matemáticas. No tardó en escuchar a sus compañeros historias sobre las prácticas esclavistas de los bóeres.
En un principio dudó de las palabras de los indígenas, pues los hechos de los que hablaban le parecieron de una naturaleza tan aberrante que no podía ser humana.
«Mucho tiempo pasó antes de que diera crédito a las sangrientas historias que me referían los indígenas, y es probable que hubiera continuado hasta hoy dudando de su verdad, sino se hubieran apoyado en otros datos; pero cuando oí a los mismos bóeres, algunos de los cuales se lamentaban, mientras otros hacían pública ostentación y vanagloria de aquellas escenas de sangre en que ellos mismos habían sido actores, no pude menos de admitir como verdaderas aquellas narraciones…»
En las páginas de sus diarios reflexiona sobre la esclavitud y sobre lo que ve en sus expediciones.
«Muy difícil de concebir para quien vive en un país civilizado que haya una reunión de hombres dotados de todos los atributos propios de la humanidad, que de común acuerdo y después de prodigar a sus hijos mil caricias, se lancen a pasar a cuchillo a sangre fría y sin causa alguna para ella y privar a otros de idénticos sentimientos de familia».
En las expediciones de Livingstone al corazón del continente lo acompañaron nativos africanos que eran sus compañeros, en lugar de porteadores y esclavos obligados a seguirlo, y lo seguían por convicción después de explicarles sus intenciones de ayuda y lucha antiesclavista. Enseñó a muchos a leer y escribir, y también medicina y otras ciencias.
Con algunos de sus camaradas mantenía correspondencia. Uno de sus más queridos amigos africanos, Sequele, escribió a Livingstone estas duras palabras:
«Amigo del amor de mi corazón… yo soy Sequele; y he sido derrotado por los bóeres, que me atacaron aunque no había cometido culpa para con ellos… Empezaron el lunes al alba, e hicieron fuego con todo su poder, y abrasaron el poblado con su fuego, y nos dispersaron. Mataron sesenta de mi pueblo, y capturaron mujeres y niños y hombres…»
Estas y otras muchas palabras del explorador más importante de todos fueron muy importantes para la historia del hombre. David Livingstone puso la primera piedra en el camino. La Reina de Inglaterra pilló el testigo y presionó a los gobernantes del Sur de África y a las potencias europeas para abolir la esclavitud en sus territorios. La lucha avanzó un paso adelante… y así, piedra a piedra, paso a paso, la humanidad, juntando sus manos, ha recorrido y sigue recorriendo un camino cuya llegada se divisa en la libertad del horizonte.