Expediciones en la era victoriana – May French Sheldon
A mediados del siglo XIX en el Gran Bretaña, o más bien el Imperio Británico, surgió un desarrollo económico y social que cambió la sociedad humano por completo. La invención de numerosas máquinas e industrias revolucionaron los estándares de vida en general, primero en Inglaterra y posteriormente en Europa Occidental y Estados Unidos.
Por primera vez en la historia, el nivel de vida de las masas y la gente común experimentó un crecimiento sostenido (…) Nada remotamente parecido a este comportamiento económico es señalado por los economistas clásicos, ni siquiera como una posibilidad teórica …
Robert E. Lucas, Lectures on Economic Growth
Los ingleses, aprovechando la explosión económica que «sufrió» su país, fue en busca de recursos naturales como petróleo y gas natural en nuevas tierras, y aquí es cuando los audaces exploradores emprendieron sus viajes a lugares exóticos para enriquecerse.
Antecedentes de la colonización de África
Aunque las Guerras Napoleónicas distrajeron la atención de Europa del trabajo exploratorio en África, estas, sin embargo, ejercieron gran influencia en el futuro del continente, tanto en Egipto como en Sudáfrica. La ocupación de Egipto (1798-1803), primero por Francia y luego por Gran Bretaña, dio como resultado un esfuerzo del Imperio Otomano para recuperar el control directo sobre ese país.
En Sudáfrica, la lucha con Napoleón hizo que el Reino Unido tomara posesión de los asentamientos neerlandeses en el Cabo. Finalmente, en 1814, Cape Colony, que había sido continuamente ocupada por tropas británicas desde 1806, fue cedida a la corona británica.
Mientras tanto, se han realizado cambios considerables en otras partes del continente. La ocupación de Argel por Francia en 1830 puso fin a la piratería de los estados berberiscas. La autoridad egipcia continuó expandiéndose hacia el sur, con las consecuentes adiciones al conocimiento del Nilo, lo cual hizo que la ciudad de Zanzíbar gane gran importancia. Las cuentas de un vasto mar interior, y el descubrimiento de las montañas cubiertas de nieve del Kilimanjaro en 1840-1848, estimularon el deseo de un mayor conocimiento sobre África.
Expediciones a Tanzania
En 1840, la Church Mission Society decidió emprender la evangelización de África del Este. Así Johannes Rebmann, un misionero alemán formado en Basilea, marchó a Mombasa en 1846. El 27 de abril de 1848 se dirigió, acompañado por Bwana Kheri y ocho indígenas, al descubrimiento del reino chagga de Kilema, del que él y Krapf habían oído hablar en la costa y en el que solo los esclavistas árabes habrían entrado. Descubrió el 11 de mayo, de forma inesperada, una montaña formada por una cúpula blanca: el monte Kilimanjaro.
A mediados del siglo XIX, las misiones protestantes realizaban un activo trabajo misionero en la costa de Guinea, en Sudáfrica y en los dominios de Zanzíbar. Los misioneros visitaron regiones y pueblos poco conocidos, y en muchos casos se convirtieron en exploradores y pioneros del comercio y el imperio. David Livingstone, un misionero escocés, había estado comprometido desde 1840 en el trabajo al norte del río Orange. Entre 1851 y 1856, atravesó el continente de oeste a este, descubriendo los grandes canales del río Zambeze superior.
En noviembre de 1855, Livingstone se convirtió en el primer europeo en ver las Cataratas Victoria, el nombre en honor a la Reina Victoria del Reino Unido. De 1858 a 1864, Livingstone exploró el bajo Zambezi, el río Shire y el lago Nyasa. Un objetivo principal para los exploradores era localizar la fuente del río Nilo. Expediciones de Burton & Speke y Speke & Grant ubicaron el lago Tanganyika y el lago Victoria, y se demostró que era el último desde el cual fluía el Nilo.
Las aportaciones de May French
May French nació el 10 de mayo de 1847, en Bridgewater, Pensilvania. Su padre era Joseph French, ingeniero civil, y su madre Elizabeth J. French. Aunque fue una apasionada escritora y música, pero fue muy influenciada por Henry Morton Stanley, quien por casualidades de la vida, era amigo del padre de May, y la joven había oído en múltiples ocasiones sus conversaciones sobre los descubrimientos sobre África. Pronto despertó en ella la curiosidad por aquellos extraños parajes africanos.
May decidió organizar una expedición a África pero distinta a las que se habían hecho hasta el momento. La futura expedicionaria quería demostrar que las mujeres también eran capaces de participar en aquellas aventuras. No sólo eso, sino que lo haría de manera pacífica.
Su primera intención de crear una expedición íntegramente femenina tuvo que ser desestimada por la necesaria fuerza que requería el porteo del material. Aun así, inició su aventura cuando en 1891 dejó Londres y a su marido, quien la esperaría fielmente, y se embarcó rumbo a Mombasa. May se encontró con el primer problema nada más pisar tierras africanas. Nadie quería seguir a aquella mujer extravagante y le costó mucho conseguir los más de 150 porteadores que al fin decidieron seguirla. Aquellos que en un principio recelaron de May pronto se verían cuidados y respetados por ella. May veló en todo momento por la salud de sus porteadores, los vacunó y revisó los tiempos de relevo. Los miembros de su expedición la llamarían cariñosamente Bibi Bwana, “Reina blanca”.
Así empezaba aquella curiosa expedición en la que una mujer, sentada en un gran palanquín de mimbre de forma redonda, ondeando la bandera americana y un mensaje claro, noli me tangere (no me toquéis), se adentraba en tierras extrañas en busca de los masáis y el salvaje Kilimanjaro. Además de lo indispensable en una expedición como aquella, tiendas, mosquiteras, hamacas; May se llevó con ella una bañera, sillas y mesas, sábanas, vajilla de porcelana y un amplio vestuario. Todo ello no era un capricho de una frívola europea, sino que formaba parte de sus intenciones.
May creía que se podía entrar en contacto con las tribus africanas sin necesidad de usar la violencia. Actuar como una perfecta anfitriona era un objetivo. Así, la vajilla para ofrecer un buen banquete a los nativos o regalos de todo tipo, como cientos de anillos que grabó con su nombre.
Cuando May se reunía con algún jefe de tribu, lo hacía con una peluca rubia, un vestido blanco y un sable en la cintura. Así conoció a más de 30 tribus en su expedición desde Taveta hasta los pies del Kilimanjaro.
De vuelta a Mombasa, May sufrió un aparatoso accidente que le fracturó la espalda pero pudo volver a casa y recuperarse de sus lesiones.
May French Sheldon aún realizaría dos expediciones más y en 1892 plasmaría sus experiencias en un libro, De sultán en sultán. May había conseguido su objetivo, viajar por el corazón de África para conocer distintas formas de vidas. Y lo hizo de manera pacífica, usando la violencia en escasas ocasiones y cuidando a sus porteadores con cariño y respeto.
Por sus contribuciones a la geografía africana, en 1892 fue elegida como miembro de la Real Sociedad Geográfica por sus estudios sobre el lago Chala, una formación en el borde oriental del Kilimanjaro.