LOS LIKES: LAS REDES SOCIALES

Un chaval de 16 años sube una story a su cuenta de Instagram bailando una canción de Luis Fonsi que visualizan más de 1.000 personas. Al día siguiente, su profesor le anima a repetirlo delante de sus 30 compañeros de clase y el alumno se niega en rotundo avergonzado. Cuando su educador le pregunta por qué no ha querido hacerlo, su respuesta es tan madura como desconcertante: «En la red no sabes quién te está viendo. Por eso tiendes a ser más atrevido, no te preocupa qué pueden pensar de ti. La pantalla nos despersonaliza», asegura el estudiante.

A todos nos gusta gustar, y en un mundo ‘megaconectado’ como el que vivimos, la posibilidad de llamar la atención y atraer a más gente es mayor si cabe. En este microcosmos virtual los adolescentes buscan formas propias de desarrollar su identidad y comunicarse, y en las que la imagen, guste o no, dice mucho (o todo) . «Es un tema peliagudo –señala Ana María Madrid, vocal del Col·legi Oficial de Psicologia de les Illes Balears (COPIB) –.

Existe una brecha generacional entre los ‘inmigrantes’ digitales, que hemos crecido viendo el nacimiento de Internet, acudiendo a cibercafés o perdiendo la conexión en casa cuando alguien llamaba por teléfono, a los llamados ‘nativos’ digitales, que han jugueteado con un smartphone desde bien pequeños. La relación es diferente: para unos resulta una herramienta, mientras que para los más jóvenes, el mundo 2.0 es un templo. Y si no tienen perfil en según qué aplicación, se convierten en los raros de la clase. Lo oímos todos los días, tanto de padres como de los mismos chavales», explica la psicóloga.

Al igual que recibir una crítica positiva a viva voz, con cada like el cuerpo libera una descarga de dopamina, según los expertos. Pero existe el peligro de que recibir estímulos positivos puede terminar enganchando. Y con las redes sociales se multiplica el riesgo. Atentos al revelador dato: el 18 por ciento de jóvenes en la franja de edad de los 14 a los 18 años utiliza de manera abusiva las nuevas tecnologías en España. Ante semejante cifra, no le debe extrañar a nadie que el uso compulsivo de Internet se haya sumado por primera vez a la Estrategia Nacional de Adicciones 2018-2024. «No hay que demonizar las redes sociales. Es otra forma de comunicación que no va a desaparecer, es más, seguirá evolucionando. Lo que hace falta es hacer un buen uso de esta herramienta. Y nuestro trabajo consiste también en educar a estos jóvenes a saber utilizar bien las redes sociales», argumenta Jennifer Munar, dircom de Núcleo duro, una agencia palmesana de marketing y comunicación, al tiempo que Héctor Romero, responsable de C3PO, se pregunta qué deberían hacer los padres: «¿Dejarles a su libre albedrío o ellos solos se encauzarán? Porque los progenitores no estamos preparados para darles pautas. No hemos recibido tantos inputs y de una manera tan constante como ellos», lamenta.

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