Desconexión

«Quiero un Nokia, pero la sociedad no me deja.»

Esta es la frase que una chica de mi edad tiene escrita en la funda transparente de su smartphone. Cuando pensamos en adolescentes, las redes sociales y los móviles son casi las primeras ideas que nos vienen a la cabeza. Muchos adultos están acostumbrados a chocar por la calle con chicos de instituto que caminan mirando el móvil, enviando audios , haciéndose selfies… Pero estos estereotipos representan a un porcentaje pequeño de nosotros. Cada vez son más los que, por distintos motivos, están optando por tomar un descanso de las redes sociales.

Una de las principales causas que nos han llevado a considerar nuestro uso de las nuevas tecnologías es el sentimiento de que estamos perdiendo momentos de la vida real. Una hora de scroll en Tik Tok podría ser una hora pintando un cuadro en la terraza con tu mejor amiga. Sin embargo, cada vez que hacemos veinte fotos en una puesta de sol en vez de disfrutarla, no estamos viviendo el momento presente. En esta etapa tan importante de nuestro desarrollo, en la que todavía estamos formando nuestra personalidad, necesitamos experiencias reales que nos ayuden a crecer. Necesitamos contacto real con otras personas, pero también con nosotros mismos.

Además, al poder ver en cada momento lo que están haciendo las personas que conocemos, no dedicamos tiempo para llamar a los viejos amigos. Parece que estamos siempre conectados, pero en realidad, lo estamos menos que nunca. Ver las fotos de las vacaciones de nuestros compañeros de primaria no tiene nada que ver con mantener un contacto consciente con ellos, como ir a tomar un café o simplemente hacer una videollamada.

Muchos de nosotros tenemos claro todo esto, sin embargo, no todos nos atrevemos a hacer un cambio para llevar la vida que de verdad deseamos. Según vamos creciendo, nos estamos dando cuenta de que las redes sociales no son tan importantes como nos parecían hace unos años. Ahora quedamos en grupo para hacer picnics, para hacer pulseras, para hacer deporte. No podemos comparar estos momentos con estar absorbidos por una pantalla. A pesar de ello, tenemos miedo de que, si desaparecemos de las redes, nos quedaremos fuera del grupo. Nos gusta estar en la onda, y no queremos perder el contacto por completo con algo tan propio de nuestra generación como son las redes. Pero también somos conscientes de que no siempre queremos estar conectados, y tomarnos algún descanso es totalmente válido.

Puede que en algún momento sientas que no estás disfrutando de la vida real todo lo que te gustaría, o que hacer scroll sin pensar consume un tiempo que podrías dedicar a otras actividades. En ese caso, podría ser buena idea que pases un día sin conectarte. Nada de mirar historias ni de leer tweets: el protagonista del día eres tú, y tu móvil es un personaje secundario al que en ese capítulo no le toca aparecer. Con este ejercicio sencillo, verás muchas cosas que tal vez no te habías parado a pensar. Seguramente sientas impulsos de coger el móvil, ¿pero para qué? La mayoría de veces, nuestro único propósito es pasar el rato, no hacer nada concreto. Si durante este día te das cuenta de que eres más feliz sin redes, o incluso si te sientes liberado, puede que sea buena idea tomarnos un tiempo para centrarnos en nosotros.

Las redes sociales no son malas. Sabemos que son una gran herramienta para mantenernos en contacto con familiares y amigos a los que no vemos a menudo, pero no queremos sentirnos esclavos de ellas. Queremos sentirnos libres de pasar un día, o dos, o una semana entera sin conectarnos si simplemente no nos apetece. Si te encuentras en esta situación, y lo único que te mantiene atado a las redes es lo que otros puedan pensar de ti, recuerda, tu bienestar y tu felicidad son lo primero. Si quieres un Nokia en vez de un smartphone, ¡corre a comprarlo! Tú eres la única persona que tienes que estar orgullosa de la vida que llevas.

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